Cada vez que se presenta en una feria de artesanía o en un mercado medieval, su exposición se llena de personas curiosas. Unas preguntan por sus técnicas de trabajo, otras quieren saber si da cursos, hay quien compra alguno de los productos que exhibe y rara es la ocasión en la que no recibe un encargo. Así es como mantiene vivo su negocio José Antonio Costa, herrero artesano de Jarafuel.

“Hoy queda muy poca forja artesanal auténtica”, nos dice José Antonio. “De hecho, la mayor parte de los supuestos herreros son, en realidad, montadores. Porque hay muchos productos que vienen de China y muchas piezas mecanizadas automáticamente, así que queda poco margen para ofrecer obras artesanas auténticas”. A pesar de ello, este joven herrero ha sabido encontrar un hueco propio y una forma de comercializar el arte del hierro: cada exposición de sus piezas funciona como una sugerencia que provoca que le hagan encargos. Y de cada uno de estos encargos –un tirador para Albarracín, una pieza escultórica para un jardín en la sierra norte de Madrid– surgen otros.

Así es como Costa hace crecer su clientela y da a conocer estas singulares obras que tienen mucho de tradición pero que también contienen la visión artística que este hombre imprime a cada pieza. Y es que junto con aldabas, tiradores o elementos tradicionales que hacen las delicias de quienes restauran viejas arquitecturas, este hombre forja flores delicadas o piezas tan sorprendentes como esa calavera hecha con una filigrana de hierro con la que posa para este reportaje como un moderno Hamlet.

De la carpintería metálica a la artesanía del hierro

Igual que está sucediendo en otras profesiones, el viaje que ha hecho José Antonio es el de vuelta. Los artesanos que conocían bien el oficio de la forja y que mantuvieron sus herrerías hasta los años 60 o incluso 70 del pasado siglo, tuvieron que reconvertir sus negocios en talleres mecánicos por la presión de los cambios en el campo y la industria. Él, en cambio, que inició su vida profesional muy joven en una carpintería metálica, sintió el amor por el metal y la curiosidad por conocer las viejas técnicas de tratamiento del hierro. Y de ese modo tomó el camino de regreso hacia desde el territorio de la industria y la mecánica hacia el de la artesanía.

Hoy, en su taller conviven el hierro candente y los golpes sobre el yunque con el repujado o la soldadura de diferentes tipos. Técnicas muy diversas. Unas antiguas y otras no tanto. Pero todas llevan a este artista hasta el territorio de las piezas únicas, abiertas a la improvisación y a la inspiración. Un territorio en el que José Antonio espera resistir mucho tiempo.

Taller de forja y galería de exposición

El herrero artesano acaba de instalarse en una nave recién construida. Se ha trasladado hasta el nuevo local y se ha traído su maquinaria, pero que aún le faltan unos cuantos detalles para que considere la obra completa; le falta instalar la salida de humos y el rincón que considera más importante: el que quiere preparar para exhibir sus obras acabadas. Ayer pasó por aquí la televisión regional, también con ganas de conocer al hombre que hay tras este negocio.

Lo que nos encontramos en su taller es un espacio amplio, moderno y limpio en las afueras de Jarafuel, desde donde se disfruta de una vista impresionante de este hermoso pueblo. La instalación, para la que ha contado con una subvención LEADER gestionada a través de RURABLE, tiene poco que ver con la imagen mítica de las herrerías oscuras de tiempos remotos. Y a Costa no le importa. Él busca un espacio cómodo para trabajar. Después de todo, por sus instalaciones no van a pasar caballerías que necesiten un cambio de herraduras. Como mucho, pasarán viajeros curiosos que desean ver en su pueblo algo único. Ya son muchos los que visitan las fábricas de bastones y de horcas del lugar y José Antonio sabe que ahora querrán ver en su nave una forma de trabajar que la mayoría no habrá visto más que en películas o en el sorprendente programa de telerrealidad “Forjado a fuego”.

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